Puntal del Horno Ciego. Villa Gordo del Cabriel. 1974

19741974José Aparicio Pérez
Las dos cuevas en las que aparecieron objetos arqueológicos, distantes entre sí unos cien metros, se encuentran en la partida del "Puntal del Horno Ciego", en los montes de Peñablanca, a unos tres kilómetros a poniente de la población de Villargordo y son de propiedad municipal. Para distinguir ambos yacimientos se denominaron Cueva I y Cueva II.
La Cueva I tiene una entrada formada por un estrecho agujero vertical situarlo en la bóveda de la cavidad, cosa que hizo pensar que no fuera el acceso natural de ella. La cueva se hallaba casi rellena de tierra y piedras medianas y pequeñas, quedando un espacio libre de metro y medio aproximadamente: es una cavidad casi circular de cinco metros por cuatro y medio de diámetros máximos y cuatro aproximadamente de altura. La entrada natural, completamente cegada, estaba en su parte sur. Los vecinos de la localidad habían extraído una buena parte de la tierra y piedras del relleno, poco más o menos un medio metro de espesor en una mitad de su extensión, recogiendo abundante material del que parte -dieciocho vasitos caliciformes ibéricos de pasta gris completos o casi completos y unos treinta fragmentos de otros vasos semejantes-se guardaba en el Ayuntamiento de Villargordo. En la visita aún se recogieron fragmentos de vasos caliciformes, posible-mente de tres o más ejemplares.
La Cueva II, sita a unos cien metros al este de la anterior, presentaba una boca casi obstruida por un relleno de tierra que hacía difícil el acceso a su interior, el cual solamente podía hacerse arrastrándose por un estrecho boquete de alrededor de diez metros de largo y que salvaba un desnivel de dos metros. Su interior presentaba dos salas con gran cantidad de covachas, grietas e irregularidades y con numerosas formaciones estalactíticas y estalagmíticas. El suelo estaba completamente cubierto por grandes bloques desprendidos de la bóveda o procedentes de arrastres. La cerámica, toda con características propias de la Edad del Bronce, se halla esparcida por la superficie, mezclada con las muy numerosas piedras sueltas que cubren el suelo y por tanto de difícil localización, la que aún se hizo más difícil para los prospectores a causa de la completa oscuridad en que se hallaba la sala: sólo pudieron recogerse unos pocos tiestos. Los vecinos de Villargordo que habían entrado en esta cueva a raíz de su descubrimiento recogieron algunas piezas de interés, entre ellas un vaso de cuerpo globular y cuello de borde vuelto, de unos treinta centímetros de altura, completo, y abundantes fragmentos de . otros, todo lo cual estaba depositado en el Ayuntamiento.
Ante las dificultades que presentaba la excavación de la Cueva II, se dedicó la atención exclusivamente a la investigación de la Cueva l. La superficie excavable se dividió en cuatro sectores, que resultaron de distinta área a causa de las irregularidades del perímetro de la sala, diferencias que aún aumentaron más conforme se profundizó. De las paredes de la cueva surgían grietas y pequeñas covachas, todas estériles excepto una, la de mayor extensión, que contenía algunos huesos, fragmentos de cerámica y una pequeña hacha de piedra pulida
La estratigrafía fue muy semejante en toda la cueva y los estratos buceaban hacia el interior, inclinación que provocó un arrastre de materiales hacia esa parte haciendo que dicha zona fuera más rica en hallazgos. En resumen, se distinguió la siguiente estratigrafía:
Una primera capa, excavada en dos, las llamadas A y B por la excavadora, que alcanzó una profundidad de 1'20 metros, es decir, la A, hasta 0'50/0'55 y la B el resto. La tierra estaba muy suelta y contenía abundantes piedras de mediano tamaño; en algunas zonas salían bolsas de tierra blancuzca también muy suelta, especialmente entre las profundidades comprendidas entre 0'55 y 0'70 metros. Salieron dos lascas de cuarcita, esquirlas de piedras, varios fragmentos de hierro sin forma determinada, un anillo, cinco caliciformes de cerámica gris completos, uno de pasta anaranjada, fragmentos de otros varios y de una paterita y huesos de animales.
Un segundo estrato, la capa C, entre 1'20 y 1'55 de profundidad, de época ibérica también, presentó una tierra cenicienta, oscura, muy suelta y con algunos carbones que se va aclarando conforme se ahonda, dejando de aparecer carbones y cenizas a partir de los 1'30/1'35 m. de profundidad y que vuelve a ser clara y pedregosa en los últimos quince centímetros, donde el material también se hace más escaso. Aparecieron catorce vasos caliciformes completos de pasta gris, nueve casi completos y numerosos fragmentos de otros de igual tipo de cerámica, dos caliciformes de pasta anaranjada, de ellos uno decorado con franjas y trazos pintados, abundantes fragmentos de caliciformes y de platos o pateritas también de pasta anaranjada, ocho fusayolas, algunas con decoración incisa, varios fragmentos de cerámica pertenecientes a vasos hechos a mano, unos pocos decorados mediante acanaladuras, uno de ellos parte del borde de un cuenco y los demás de pasta negra con abundantes piedras para la reducción, una varilla de bronce de sección rectangular, dos anillos también de bronce con chatón, una varilla de hierro doblada en U, fragmentos de hierro informes y huesos de animales.
El siguiente estrato -la capa D-, de treinta y cinco centímetros de espesor, alcanza los 1'90 m. de profundidad y es de tierra rojiza con piedras menudas. Continúa apareciendo primordialmente material atribuible a la cultura ibérica dos caliciformes y fragmentos de otros de pasta gris, fragmentos de vasos del mismo tipo y de platitos de pasta rojo-anaranjada y una fusayola; un jarrita de cuerpo bitroncocónico en cuyo interior se veían restos de una materia rojiza, de pasta negra grosera y encontrado en la parte norte, en una concavidad de la roca; fragmentos de vasos hechos a mano, un diente humano y numerosos huesos de animales.
Por debajo se excavó la llamada capa E, entre 1'90 a 2'75 m. de profundidad. En la parte norte aparece, unas piedras no muy regulares alineadas de norte a sur en una extensión de cuarenta y cinco centímetros y otras dirigidas de este a oeste, de 1'30 m. de largo, que, con la roca de la pared de la cueva formaban una especie de recinto: en su interior y metido en una de las concavidades naturales de la roca se halló un cráneo humano completo y desperdigados por la superficie del recinto varios huesos -fémur, tibia, etc.- quizá pertenecientes al mismo individuo que el cráneo, sin que se encontrara ajuar alguno. En el resto de la cueva aparecieron también restos humanos: un cráneo junto a la pared, fragmentos de bóvedas craneanas y huesos largos, todo encontrado revuelto y sin orden; pudo observarse que en aquellos lugares en que aparecían varios huesos juntos estaban mezclados con cal. Los materiales fueron muy escasos, limitándose a fragmentos de cerámica de vasos hechos a mano, especialmente cuencos, de los que se encontró uno completo y abundantes bordes.
A partir de los 2'75 m. de profundidad el estrato es completamente estéril, cosa que quedó comprobada mediante un sondeo que llegó hasta la roca del suelo, a los tres metros y medio aproximadamente.
La excavadora, Dra. Gil-Mascarell, llega a las siguientes conclusiones: Al parecer hubo dos momentos de utilización de la cueva: el primero, más potente, en época ibérica, reduciéndose esencialmente sus materiales a vasos caliciformes de pasta gris y anaranjada y a fusayolas, conjunto que ha sido ya destacado y estudiado en otras cuevas de la Región Valenciana y que ha permitido suponerlas lugares destinados a la celebración de ritos religiosos o funerarios de los que no se sabe, de momento, nada más; se plantea el problema de su cronología, pues faltan elementos que permitan atribuirle alguna. El segundo momento de ocupación, primero en el tiempo, plantea problemas de muy difícil solución: es un estrato de enterramientos sin ajuar, con escasas cerámicas pertenecientes a vasos hechos a mano; su inclusión en un Eneolítico no parece probable por la falta de ajuar, tan característico de los enterramientos colectivos en cueva de dicha cultura, por lo que, apoyándose algo en las cerámicas, se podría pensar en un momento inicial de la Edad del Bronce. Sólo un estudio más detenido de los materiales, especialmente de los restos antropológicos y de la fauna, podrá más adelante permitir una más exacta clasificación del yacimiento y de sus dos estadios de ocupación o utilización.
Hay que destacar la abundancia de vasos caliciformes, de los que, antes de la reconstrucción de los que pueden aparecer entre los numerosos fragmentos, se cuentan 51 completos o casi, la mayor parte de pasta gris.
(La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1974, pp. 115-119)
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